miércoles, 24 de diciembre de 2014

Me da miedo la libertad


Creo que me da miedo la libertad. Ser libre significa decidir, actuar por uno mismo y, por lo tanto, asumir consecuencias. Lo siento, pero no. Me niego a asumir consecuencias. Prefiero ese momento en el que los demás decidían por mí y si algo iba mal, era fácil salir. Me quejaba una y otra vez. No es mi culpa. No he hecho nada para merecerme esto. Este mundo es injusto. Pero las cosas cambian y yo ahora no quiero ser culpable de tu dolor, ni del suyo, ni siquiera se si soy culpable o si me atrevo a serlo. Tampoco quiero ser responsable de mi propio dolor. Entonces no tendré consuelo cuando las sábanas me cubran, los labios no puedan mantenerse cerrados durante más tiempo y mis ojos estallen como olas volcánicas. Todo habrá sido por mí. Quizá esté cansado de arriesgar. Pero antes era más fácil. Arriesgaba y nunca había llegado hasta el final. Alguien siempre me había lanzado al precipicio antes de chocarme, pero parece ser que ahora es diferente. He arriesgado, sí, pero esta vez he decidido saltar yo al precipicio y me duele sentir que, quizá, no esté saltando solo, que esté teniendo daños colaterales y, una vez más, lo siento, pero no me parece justo. No me parece justo porque quizá no me paré a estudiar todas las consecuencias de mis acciones, palabras y sonrisas. No me paré a pensar qué pudieras estar pensando, aunque pensaba que sí, sino que simplemente me limité a juzgar, a pensar que yo era el único que arriesgaba, que estaba luchando en el desierto y, sin embargo, luchabas con mucha menos agua que yo. Tu luchabas con un recuerdo que te atormentaba y yo con los kilómetros. Lo siento. Quizá no sea tan fácil esto de decidir. ¿Y ahora qué? No me atrevo a arriesgarme contigo tampoco, ni por ti ni por mi. Pero luego amanece y el sol me deslumbra. Sonrío y salgo a la calle. El día dura demasiadas horas. Me da tiempo a arriesgarme tanto que no controlo. El problema es que, contigo, no sé si estoy arriesgando también de noche, quizá sí, y esto es insostenible. ¿Más responsabilidades? ¿Más consecuencias? No, por favor. Hubo alguien que me dijo que no pensaba en el futuro, por lo tanto, que no pensara en las consecuencias, porque supongo que eso forma parte del futuro. Me decidí a vivir el presente y no ha salido bien. Si el presente no ha salido bien y el futuro tampoco saldrá si pienso en lo que arriesgo, ¿qué me queda? No creo que el pasado sea una solución. Solo me queda renunciar a ser libre, volver a ponerme en las manos del destino, de ti y haceros culpable de todo lo que me pase, mejor dicho, de todo lo malo que me pase. Esto de ser adulto no se me da bien. Prefiero ser cobarde, lo siento.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Malditas palabras

Malditas palabras,
¿dónde estáis?
¿Por qué os escondéis ahora
que sale el sol cada mañana
y que la sangre vuelve a fluir?
Sois tan dañinas …
Os regocijáis en la miseria,
en las tinieblas del barro,
en las lluvias sin fin,
pero cuando la suerte cambia
y la moneda cae boca arriba,
desaparecéis como perras.
No creáis que vais a ganar la batalla,
me da igual perdeos
si es el precio que tengo que pagar
para sonreír y ser libre.
Seré mudo,  no diré ni una sola palabra,
pero seguiré hablando,
mi cara habla por mí,
lo dice su reflejo.

lunes, 6 de octubre de 2014

Sonreir

De repente me he visto al espejo
y me he visto sonriendo sin motivo.
Me he asustado.
También me asusta que me haya asustado.
Había olvidado esta risa tonta,
este volar por las nubes,
y estos silencios que hablan.
Me sorprendo
pensando en el futuro.
Me asusto.
París y sus sábanas esperan.
Quizá la sonrisa me haya comprado,
espero que no sea un alquiler a corto plazo,
eso me da miedo.
¿Quién pagará sino el próximo mes?
Llevaba demasiados meses en número rojo.
Lo mejor es que esta sonrisa me quita el miedo.
Solo hace que me ría, me ría y llore,
pero de felicidad.
Bendita sonrisa. No te vayas.
Duerme conmigo cada noche,
que hoy, más que nunca,
me haces falta.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Monotonía

Anoche me dijeron la verdad.
El teatro me habló.
Aquella farsa me dijo la verdad.
Tuvo que venir Gardel,
el día que me quieras,
y aquella familia venezolano
para afirmar lo que todos
gritamos a gritos en silencio
cada día, cada minuto.
Pero no me dijeron
lo más importante,
cómo afrontar aquella maldita verdad,
qué hacer cuando el silencio llega,
y es que con ella siempre llega el silencio,
y eso me aterroriza.
Cómo afrontar los coches que me adelantan
o lo que adelanto yo,
cómo recordar aquellas palabras
leídas entre líneas sin tiempo,
cómo vivir esta maldita monotonía,
si quienes tienen que ser monótonos
no están aquí cada día.
¡Qué sentido tiene coger lo peor de la monotonía…!

domingo, 14 de septiembre de 2014

Reflexionar no es siempre bueno

Tal vez esta noche necesite un abrazo que me ayude a salir de la mierda en la que me caí. No me caí, la busqué. Pero un abrazo de esos silenciosos, de los que no esperan nada, no justificación, no palabras, solo silencio; no de esos de los que acaban liados en sábanas, esos ya no funcionan. Será que también pasaron de moda, como tantas otras cosas. Probablemente necesite un psicólogo, uno bueno, de esos que de verdad te hacen pensar que tienes que aceptar la vida tal y como es, que no lo hacemos tan mal como pensamos muchas veces cuando nos deslizamos en la penumbra, que nuestros golpes son fruto de nuestras maniobras y que debemos aprender a decir que si, a decir que no, y a controlar, controlar nuestros instintos, nuestros miedos, y nuestra vida. Ese es mi propósito. Controlar mis miedos, tomar el sol y escuchar el río pasar. ¡Qué fácil parece todo ahora que reflexiono, que intento ser objetivo y tengo tiempo para usar la maldita balanza que nunca funciona cuando debe funcionar, en ese preciso momento en el que todo pasa tan rápido, en el que cualquier decisión parece errónea aún siendo la única correcta o la única posible! Todo sería más fácil si este mundo fuera justo. Ya sé que esta frase que acabo de escribir es una estupidez. Nunca dije que no escriba estupideces. Si todos nos enfrentáremos a los mismos problemas. Otra estupidez: si me pongo a pensar en los problemas de los demás, yo me habría muerto hace veinticinco años. Me encantaría conocer a ese que llaman "azar" o "destino", saber cómo respira, cómo late, por qué si y por qué no. Esta reflexión no me gusta. Me hace sentir aún peor, demasiado afortunado y poco justo conmigo. No es precisamente lo que necesito ahora. Buenas noches. 

domingo, 7 de septiembre de 2014

Miami II

22:15. 31 días. Una caída. Un mal sueño. Mil sensaciones. Supongo que felicidad. Supongo bien. Tantas cosas y ninguna sale. El printear, aunque sea mandatorio, parece que se resiste. Las palabras se quedan dentro. Quizá ya salieron demasiadas, pero las buenas son más tímidas. Qué difícil compartir lo mejor. ¡Qué egoísta! ¿Miedo a que me lo quiten? Quizá lástima porque no lo compartan conmigo. A veces hasta me siento mal por disfrutar sin que los más importantes de mi vida estén aquí conmigo y puedan disfrutar de ello. Ni contigo ni sin ti, una vez más. Otra ironía. Una vida llena de ironías. Así podría llamar a alguno de mis libros. ¿Acaso tengo alguno? Que yo sepa no. ¿O si? Ay dios. El lujo me rodea y se acuesta conmigo cada noche, pero está frío. No me calienta. Otra ironía. ¿Cómo no va a calentar con la temperatura que hace? Se le olvidó. Madrid aparece. Cimientos, cuidado, aún estáis inestables y quizá se acerque un huracán. Prevenir o curar. Supongo que prevenir. Pero, ¿dejamos de vivir por prevenir? Más de uno no me entienda. ¿Estos son problemas? Claro, no saber si el chófer te habrá traído el coche cuando bajes. Esto es Miami. Ricos vs. Pobres. Y yo no quepo. Esto se acaba. La gente fantástica aún no salió en este cuento, mi segunda casa me espera a unos veinte minutos y el sentirme realizado me acompaña cada noche. Los soles truncos me esperan.

Puedo fingir II

Puedo volver a fingir que
ya te he olvidado
que no me acuerdo
de la estepa de u cama
ni del calor de tus abrazos.
Puedo fingir
que tus fotos no me afectan,
pero no puedo borrar
tu nombre de mi lista,
no saber más de ti.
Incluso puedo fingir que
no me importa que
te vaya bien,
que la vida se apiade de ti,
y que no te estés hundiendo
en la miseria.
Puedo fingir todo eso,
pero me canso.
Esta noche tampoco soy
valiente.

jueves, 7 de agosto de 2014

On my way to Miami

09:41. Aún no amanece a pesar de que el sol lleva calentando mis lágrimas varias horas. Me da miedo no volver a ver el sol durante cuatro años. Hace una hora, cuando despedí a mis padres, cayó la noche y el frío me está congelando. Dicen que hay que acostumbrarse a decir adiós, a cerrar los libros y comenzar a leer otros nuevos. Creo que quiero ser analfabeto, olvidar lo vivido y sentarme de nuevo en el atril. Mi familia me espera, lo sé. Y yo sigo esperando también, aunque no tenga muy claro el qué. No sé si espero al sol, a Peter Pan, al azar o, quizá, al tiempo, pero sí sé que también me da miedo cansarme de esperar. Me produce cansancio intentar pensar si es posible esperar y vivir. Realmente, no esperas lo vivido ni vives lo esperado. No sé para qué esperar entonces. Hay tanto que no sé. Hay tanto que no quiero saber. Sigo sin saber por qué este tren está haciendo la segunda parada y no me bajo corriendo sin mirar atrás, no sé qué es lo que me lo impide, pero aquí estoy, escribiendo esto y sin actuar. Una vez más.


19:16. El sol sigue sin salir, pero el tiempo ha amainado a pesar de las mariposas que siguen revoloteando en mí. El frío del avión me impide pensar, mejor. Quizá no todo sea tan malo, o quizá sí, pero tampoco estoy dispuesto a comprobarlo. Un menú horrible y las risas provocadas por un andaluz y una vasca es toda novedad hasta ahora. Bueno, eso no es del todo cierto. El aire ha comenzado a llegar a mis pulmones y el río parece haberse secado por un rato.


19:27. Ganar o perder. ¿Es esa la cuestión? Dicen que hay poco que perder y mucho que ganar. Yo no lo sé. Ponerle precio a ver a mi familia sonreír durante cuatro años no es posible. Pero parece ser que eso es este exilio, una cuenta que pagar, lo que no sé es cuándo contraí la deuda. Qué inconsciente. A veces me pregunto si le vendí mi alma al diablo y no me acuerdo. Otros dirían que estoy bendecido. Ironías de la vida. El agua sólo moja cuando queremos. Mentira. Moja cuando ella quiere, o bien te humedece calándote a los huesos o bien baja a tus pies como firme carretera.


08:57. Día 1. Buenos días Miami Beach. Gracias por la cálida acogida. Todo un placer. Esto es la vida. Ayer el miedo me invadía, hoy feliz y valiente. Dicen que el no saber qué pasará emociona, creo que sí. Carretera y manta. La manta es un decir… si alguien es capaz que la coja. Esta gama de colores me encanta. España, aprende. Me voy a vivir.

sábado, 19 de julio de 2014

Cuatro paredes

Era raro.
Las luces seguían iluminando
aquellas cuatro paredes, las nuestras,
o, mejor dicho, las que fueron nuestras.
Nosotros ya nos habíamos apagado,
perdimos la batalla,
y pensar qué sombras aparecerán ahora
a lo largo del sofá,
y pensar cuál fue tu error, mi error,
por qué no fuimos capaces de volver
a pulsar aquel interruptor
el último día que nos dijimos adiós,
el mismo que dejamos que el sol
nos despertara acurrucados.
Ahora que lo pienso, creo que
la factura de la luz
se me está yendo de las manos,
que estoy pagando con creces
aquellos pocos voltios que
consumimos entre besos y abrazos.
No sé si tú apagaste la luz al salir
y por eso hoy sigues brillando,
se ve que yo la dejé encendida
y la perdí en aquellas cuatro paredes…

viernes, 18 de julio de 2014

Que si

Que si,
que quizá os estoy mintiendo,
que quizá no he olvidado nada,
que quizá siga viviendo
en el mismo mar,
en el que cada foto
trae una ola de recuerdos,
de sales y minerales,
que me nutren y me deshidratan,
que me dan y me quitan …
Que es cierto,
que la memoria sigue aferrada
y que yo se lo permito,
que es mi mimada,
que ella me entiende,
es la única que aún hoy
hace que estemos juntos.
Que si,
que quizá nada haya cambiado,
que no quiera que cambie,
o que quiera pero no quiera aprender,
o que haya aprendido
y no quiera ponerlo en marcha.
Que sí,
que en mi recuerdo sigue vivo
y, por tanto, yo también.

jueves, 17 de julio de 2014

Sin bandera

Solo bajo aquella bandera
me sentí seguro por primera vez,
mis pulmones se atrevían a respirar
sin miedo a llenarse de rastrojos;
y la piel, que tanto tiempo había
ocultado su auténtico color,
inundaba las calles del pensar,
descubría sensaciones, tactos y
emociones hasta ahora inexistentes.
Aquella bandera estaba consiguiendo
lo que mi patria no había conseguido
hasta ahora,
estaba luchando por mi,
dándome el cobijo que
no encontraba en el mar,
estaba descubriendo a otro yo,
que no parecía pertenecer a mí,
pero que, sin duda, también era yo.

lunes, 2 de junio de 2014

¿Perdón a la traición?

Le perdonó que no le bajase más la luna,
ni que no la llevase más a cenar a aquel
restaurante de carretera de perros muertos,
quizá algún que otro vivo también.
No le importaba verlo jugando a ser felices
mientras cada uno construía su castillo de arena
sin temer que se derrumbara al pasar
la tormenta de aquel país vecino.
Tampoco le afectó que desapareciesen
los croissants de chocolate y las barbacoas
celebradas los domingos por la tardes,
aunque en aquel circo solo hubiese dos marionetas.
Ya ni soñaba con escribir un libro de
silencios debajo de la almohada
mientras gritaban lo que no se atrevían a decir.
Le perdonó todo,
pero no que la traicionase.

sábado, 31 de mayo de 2014

Unas tijeras de hielo

Lo corté con unas tijeras oxidadas.
Ellas se sanaron con mi hiel,
yo me pudrí como manzana del Edén.
Ni las heridas sirven para curar
lo que ya otro vendó,
ni las lágrimas sirven para cicatrizar
este olimpo de sangre.
El aire lo congela a ratos,
no siento nada, no forma parte de mí.
Llegan las sábanas y arrasa con todo.
Lo putrefacto empieza a expandirse
como sanguijuela recién nacida.
Si vivir congelado le pusiera fin,
¿acaso habría mejor morir para vivir?

viernes, 25 de abril de 2014

Tres años

Tres años no es nada.
No son más que algún viaje,
a la China o a Nueva York;
que tres mariposas
con sus capullos de seda;
o una caja de cigarrillos
aún sin fumar.
Tres años no es tanto.
Unas cuantas noches
sin dormir seguidamente;
unos días en los que el sol
caía derrotado por los charcos;
o unos ojos cansados,
cansados de mirar sin ver.
Tres años no es tiempo.
Un buzón de mensajes
con fotos sin borrar;
unas sonrisas
acobardadas por el recuerdo
y más de tres lágrimas dictatoriales
que reclamaban libertad.
Tres años no es tiempo.
No es tiempo para vivir,
ni para sentir, respirar o morir.
Tres años son eso.
Tiempo, que no olvido.

martes, 8 de abril de 2014

Coplas a una muerte

Quiero escribir unas coplas,
unas coplas que lloren una muerte,
pero no una elegía, demasiado llanto,
prefiero una copla,
que, aunque llore, pueda parecer que río.
Para eso,
tienes que morirte.
¿A qué esperas?
Voy a llorar de verdad porque
entonces ya no habrá marcha atrás,
ni más oportunidades ni más esperanzas.
Voy a celebrar también que
me obligaste a pasar página,
que nos obligaron.
Ya noto cómo mis carcajadas
resuenan dentro, muy dentro,
como si fueran tambores
ensayando para el gran momento,
la orquesta afinando sus instrumentos,
la canción ya brota de las lágrimas.
¿Celebro tu muerte antes de que llegue?
No, porque la física me da igual,
hablo de una muerte espiritual y
esa la siento cerca.
Quizá la tenga que celebrar más veces.
Esta copla ya me suena.

lunes, 7 de abril de 2014

Punto y final

El problema de nuestra vida se reduce a un signo de puntuación. Esa es mi conclusión de hoy. ¿Cómo he llegado? No lo sé, que te lo pregunten a ti, o a él, o a ella, o a vosotros, o a esta sociedad; que se lo pregunten a otro, que yo no sé responder a eso. Pero claro, esa no es la única pregunta que podemos hacernos; no sabemos las normas para dicho signo de puntuación, ni el momento oportuno para ponerlo. Tampoco tenemos claro, o no lo tengo yo claro, quizá vosotros sí y seáis expertos en lenguaje, qué significa. Si se puede borrar, si se puede volver atrás, cuántas veces lo podemos usar en un mismo capítulo de novela o pesadilla, si el hecho de que tú lo pongas en un determinado momento significa que yo también tengo que ponerlo, si el signo depende del escritor o del lector. ¿Lo pones tú o yo? Lo pongo yo, y tú no; lo pones tú, y yo no. Difícil cuestión.
Ya tengo la solución. No existe el signo. ¿O si? Lo he visto tantas veces escrito. Lo he soñado tantas veces. Pero lo he sentido tan pocas, quizá ninguna, o quizá sí y no supe qué lo que estaba sintiendo era el momento de la escritura de ese maldito signo porque, claro, hay muchos manuales sobre ortotipografía, pero en ninguno te dicen cómo es ese preciso instante en el que te decides a ponerlo, ese momento en el que coges el bolígrafo, acabas una palabra, te tiembla la mano e intentas poner el maldito signo. Al mes siguiente vuelves a coger el mismo texto que habías sentido y te das cuenta de que hay signos que han desaparecido, que aquel último no estaba, incluso que aquellas palabras no te corresponden, que tú no las escribiste, pero lo más sorprendente es aquello tan minúsculo. Con el trabajo que te había costado ponerlo y ahora no está.
Quizá ahí esté el punto clave, qué paradoja, quizá tampoco esté ahí (ya supongo que a estas alturas te habrás dado cuenta de que no tengo ni idea de cómo funciona y que lo único que siento son contradicciones). Quizá no lo tengas que poner tú. Quizá se ponga solo, o quizá lo ponga otra persona, pero no tú, o no conscientemente. Yo ya no lo voy a intentar. ¿Que soy cobarde? Y qué, si siendo valiente tampoco se gana.
¿Que de qué signo estoy hablando? Está claro.

jueves, 13 de marzo de 2014

Recuerdos vs. Realidad

Párate a pensar, aunque sea solo por un momento, ¿y si todos aquellos recuerdos sobre los que has cimentado tu vida, a los que miras cada vez que te tiemblan las piernas, no fueran tal y como tu memoria los recuerda? ¿Y si aquella anécdota infantil del descubrimiento de que los Reyes Magos, sobre los que habíamos creado un mundo de fantasía, no eran tales, no fuera más que un anticipo de la verdad?
Así es, no podemos estar seguros del futuro, pero tampoco del pasado, ni siquiera del presente. Acabo de ver una obra de teatro, cada uno tendrá un recuerdo de ella, probablemente muy diferente uno de otro, pero la realidad ha sido solo una. O quizá sea eso, que no hay más realidad que la que nosotros queramos crear, o que sencillamente la realidad en sí no existe, que realidad y ser humano son dos conceptos que nacen y mueren juntos. Quizá sea esto lo que nos lleva a tantos malos entendidos, peleas, guerras y violencia. Nuestras realidades no coinciden. Si no coincide nuestra realidad, tampoco puede coincidir nuestro pasado.
Y entonces el problema se hace mucho mayor. ¿Cómo voy a cambiar la realidad de una sociedad que está ahí fuera, que me horroriza y me decepciona diariamente, si no soy ni siquiera capaz de poder explicar cómo es la realidad que tú y yo estamos viendo porque ni siquiera es la misma? Tal vez deba empezar por cambiar mi realidad. ¿Significa esto que tengo que cambiar también mis recuerdos? No sé cómo hacerlo. Si ya he de pensar que en el momento que los memoricé, los cambié inconscientemente, ¿cómo voy a hacer ahora de forma consciente?
Además, tampoco sé si tiene sentido intentar cambiar mi realidad para que se pueda producir un mayor entendimiento entre las distintas realidades si ni siquiera puedo llegar a conocer tu realidad. Y sí, aunque repita tantísimas veces la palabra "realidad", aún no puedo ni siquiera asegurar que dicha realidad exista. Y sí, también repito muchas veces "ni siquiera", pero es que no hay mejor formad de expresar esta duda.
¿Y si al cambiar mis recuerdos, al modificarlos como si de dibujos se tratasen, encuentro otra realidad que me gusta aún menos? Ya no podré volver atrás y recuperar aquellos recuerdos que me mostraban una realidad mejor porque ya ni siquiera me acordaré de cómo eran aquellos recuerdos.
¿Y si es quizá que nos tenemos que dar cuenta de que en esto consiste la vida? Cambiar para intentar mejorar, equivocarse. Volver a intentarlo, volver a equivocarse. Pero me da tanto miedo jugar con mis recuerdos. Son tantas las veces que pienso que son lo único verdadero que tengo, a lo único que me aferro. ¿Qué pasará si también los pierdo a ellos?

domingo, 16 de febrero de 2014

Bendita ignorancia

La vida es esclavitud;
al menos, para mí, eso es.
Soy esclavo del pensar,
que me ata como las cadenas
atan a los presos,
que me impide respirar
como si algo se me clavase
en lo más profundo de mi ser.
Pienso y me doy cuenta
de cuánto bien hace la ignorancia,
cuán felices que duermen
los afortunados de esta sociedad,
que apenas pueden ver mas allá
de sus ojos ni de sus mejillas.
También soy esclavo del sentir,
de sentir miedo a lo desconocido,
al descontrol del futuro,
a no poder agarrar con fuerza
el tiempo y ser abatido
por lo oscuro de otro alma.
Al fin y al cabo,
todos somos esclavos,
del saber o de la ignorancia.
Pero si todos somos esclavos,
¿de qué nos sirve pensar?
Bendita ignorancia que
hasta tú me abandonas…

sábado, 15 de febrero de 2014

Una de esas noches con nubes negras

Una de esas noches con nubes negras
en la que el sueño no me dejaba dormir
y me llevaba por caminos de sangre,
por los caminos de esta sociedad,
en la que vale más una moneda que una vida.

Una de esas noches con nubes negras
en la que luchaba contra mi mente
para no sucumbir ante el miedo
del dolor, del sufrimiento, del fin
que se acerca a cada instante.

Una de esas noches con nubes negras
en la que las sábanas no me abrigaban,
ni tus brazos me daban cobijo,
ni mi cuerpo encontraba consuelo
ante la frialdad con la que se enfrentaban mis ojos.

Una de esas noches con nubes negras
en la que esperanza se evaporó
huyendo de este ser humano
tan carnívoro, tan vacío y tan fiero
que espera ahí fuera cada mañana.

Una de esas noches con nubes negras
en la que perdí la fe en la humanidad…

jueves, 6 de febrero de 2014

Un hormigueo

Aquí en la cama
siento un hormigueo
en el cuello,
un hormigueo que va
desde la clavícula
a la oreja,
que hace el mismo camino
una y otra vez,
sin cansarse,
alimentándose de mí
y dándome vida
a cada instante.
Abro los ojos
y se van.
Solo era un recuerdo,
quizá inventado,
pero un recuerdo,
porque los recuerdos son
la auténtica realidad,
porque es lo único que
realmente depende de nosotros,
lo que nosotros hacemos día a día,
porque este recuerdo mío,
y quizá tuyo.

martes, 21 de enero de 2014

Dictadura

Hoy lo he descubierto.
Tu eres mi dictador,
tu eras mi dictador,
un 20 de noviembre,
un maldito 20 de noviembre
os unió, nos unió.
Muerto él,
muerto yo,
¿cuándo mueres tú?
No vengas a morir
otro 20 de noviembre;
ni muerto me respetas.
Mundo fascista de
dictadores, ladrones
de vida, aire y fe.
Dictador de los dictadores,
él a la sombra de ciprés,
a tu sombra,
esperando a que llegues
para arrodillarse ante ti,
el DICTADOR.
Leyes, normas, poder
que robaste sin pagar
y te di sin cobrar.
El precio mi vida,
como la de tantos otros,
la vida de los nuestros,
el alma de los que huyeron,
la fe de mi país,
que no del tuyo,
yo muerto, español,
exiliado quizá,
pero español.
Tú, vivo,
pero jamás español,
no toleramos más dictadores,
no tolero a ningún dictador.

Era tan ella y tan poco yo …

Era tan ella y tan poco yo
que ya no sabía ni quién era.
Intentaba sentir lo que ella sentía
sin preocuparme por lo que yo,
o ella, ya no lo sé,
también sentía y
dejé de sentir.

Caminaba ella debajo de aguaceros
y era yo el que estaba empapado
pero mi ropa estaba totalmente seca.
Las balas la  habían traspasado,
su cuerpo estaba como si nada,
el pelo se me desangraba.
Se levantó de un sueño sin fin,
pero era a mí a quién le invadían
cada noche los fantasmas de su pasado.

Todo se había convertido
en un camino de ida y vueltas,
donde tampoco sabía
si volvía o si iba,
y es que ella no era ella,
pero es que yo no era yo,
y el nosotros ya ni existía.

domingo, 19 de enero de 2014

Ay Dios…

Ay Dios,
ya no sé qué decir,
la gente me pregunta dónde está,
por qué no aparece,
por qué no le escribo,
y ya no sé qué responderles.
Yo tampoco lo sé.
Me dejó,
no sé hasta cuándo,
si volverá mañana,
o nunca.
Mientras tanto
yo sigo abriendo los ojos,
pasando horas sentado en el metro,
tirado en la calle,
esperando y esperando…
Me da miedo que
no salga de mi cabeza,
o que no vuelva a entrar,
que me bloquee,
que no nos reunamos más
y que me quede vacío.
Lo peor esto no es amor;
ése tiene solución,
no hay muerte eterna,
pero esa incertidumbre
me está matando.
Quizá cuando lo superé,
perdí a mi musa…
y eso no se puede superar.