domingo, 14 de septiembre de 2014

Reflexionar no es siempre bueno

Tal vez esta noche necesite un abrazo que me ayude a salir de la mierda en la que me caí. No me caí, la busqué. Pero un abrazo de esos silenciosos, de los que no esperan nada, no justificación, no palabras, solo silencio; no de esos de los que acaban liados en sábanas, esos ya no funcionan. Será que también pasaron de moda, como tantas otras cosas. Probablemente necesite un psicólogo, uno bueno, de esos que de verdad te hacen pensar que tienes que aceptar la vida tal y como es, que no lo hacemos tan mal como pensamos muchas veces cuando nos deslizamos en la penumbra, que nuestros golpes son fruto de nuestras maniobras y que debemos aprender a decir que si, a decir que no, y a controlar, controlar nuestros instintos, nuestros miedos, y nuestra vida. Ese es mi propósito. Controlar mis miedos, tomar el sol y escuchar el río pasar. ¡Qué fácil parece todo ahora que reflexiono, que intento ser objetivo y tengo tiempo para usar la maldita balanza que nunca funciona cuando debe funcionar, en ese preciso momento en el que todo pasa tan rápido, en el que cualquier decisión parece errónea aún siendo la única correcta o la única posible! Todo sería más fácil si este mundo fuera justo. Ya sé que esta frase que acabo de escribir es una estupidez. Nunca dije que no escriba estupideces. Si todos nos enfrentáremos a los mismos problemas. Otra estupidez: si me pongo a pensar en los problemas de los demás, yo me habría muerto hace veinticinco años. Me encantaría conocer a ese que llaman "azar" o "destino", saber cómo respira, cómo late, por qué si y por qué no. Esta reflexión no me gusta. Me hace sentir aún peor, demasiado afortunado y poco justo conmigo. No es precisamente lo que necesito ahora. Buenas noches. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario