Era tan ella y tan poco yo
que ya no sabía ni quién era.
Intentaba sentir lo que ella sentía
sin preocuparme por lo que yo,
o ella, ya no lo sé,
también sentía y
dejé de sentir.
Caminaba ella debajo de aguaceros
y era yo el que estaba empapado
pero mi ropa estaba totalmente seca.
Las balas la habían traspasado,
su cuerpo estaba como si nada,
el pelo se me desangraba.
Se levantó de un sueño sin fin,
pero era a mí a quién le invadían
cada noche los fantasmas de su pasado.
Todo se había convertido
en un camino de ida y vueltas,
donde tampoco sabía
si volvía o si iba,
y es que ella no era ella,
pero es que yo no era yo,
y el nosotros ya ni existía.
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