Míralas.
Ahí están, luchando
por ganas esa batalla,
la batalla que le dará
un minuto más de vida
o quizás solo un segundo.
Y pensar que están luchando
por tan solo eso,
por algo que van a perder
cuando la última ráfaga de viento
sople.
Algunas rojizas, otras amarillenta,
algunas marrones, otras no saben
ni de qué color se visten, pero todas
miran desde arriba a
las perdedoras, aquellas que
se dejaron vencer por
la monotonía, el agotamiento.
Ahora solo son una más
en un suelo pisoteado por
gigantes que no se paran a
pensar que ambos
luchaban por lo mismo,
por la supervivencia, y que
ahora andan sobre cadáveres
del mismo modo que mañana
nosotros caminaremos sobre
los suyos.
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