martes, 27 de noviembre de 2012
Exiliados
Algunos lo llaman valiente, cuando él se siente exiliado de una guerra en la que los muertos brillan por su ausencia y en la que balas son ataques políticos. Cada vez se siente más cercano de su cultura, pero más lejos de su país. Y todo se lo debe a ellos, a los que se han encargado de ahogar a la sociedad que le había dado vida. Cuando vuelva, probablemente no encontrará aquella tienda a la que solía ir porque se ha visto obligada a cerrar, no encontrará aquellos árboles que le daban sombra en las tardes de verano. No reconocerá a las personas con las que solía compartir su vida porque ellos, al mismo tiempo que él, habrán cambiado. Solo habrá una cosa que no habrá cambiado: su casa. Cuando escucha la palabra “volver”, se le ponen los pelos de punta. Nada le gustaría más que hacer lo que hace en su país, pero se para a pensarlo y no le encuentra sentido. Esta palabra carece de contenido y ha desaparecido de su vocabulario, junto a otras como estabilidad u hogar. El mundo no para de girar y sabe que aún le queda mucho para bajarse en alguna parada y esto le inquieta. No saber qué va a pasar mañana le reconcome las entrañas. Al menos tiene algo en común con aquellos que aún viven en su país y que no saben si mañana tendrán algo que llevarse a la comida. Está construyendo vidas que antes de que comiencen tienen su fecha de caducidad. Sin embargo, para aquellos, solo es una generación perdida más.
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