Aquella lágrima luchaba por salir
entre surcos de serpentina
que nadaba en oceános de
felicidad compartida por el silencio.
El ruido veía caer a toda una
tormenta subterránea que
anochecía entre vengalas
de causa y efecto tardío.
La habitación refulgía entre
gotas de sudor agrio
que predecían el frío desenlace
del viaje por el edén.
A kilómetros aquella sonrisa
se hacía más intensa entre
copas de agua y aire
que se derramaban en su alcoba.
No había mañana. Estas palabras
se perderían entre conexiones
quee conducían a un mundo sin sentido
en el que la identidad es su ausencia.
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