Madrid, 20 de Noviembre de 2013
Hoy intento hacer como ella; sentarme al lado de la ventana y mirar. No viajo. Hay algo que encierra a esos pájaros que a ella le salían volando en bandada. Miro por la ventana y parece como si todo estuviera quieto, como si nada tuviera vida, como si todo se hubiera quedado estancando en algún pasado. He perdido la imaginación, la creatividad, aquel ángel que me susurraba las ideas en sueños y a veces siento como si un diablo me persiguiera. No sé a dónde buscar, ni a qué esperar; el tiempo, que dicen que es el único que cura, no pasa… Vuelvo a mirar a la ventana y cierro los ojos; intento colarme por las ventanas de mi vecino, hundirme en su vida, sentir sus objetos, … Cuando parece que voy a poner mi pie sobre ese frío suelo, me doy un golpe. Algo me agarra, me impide el aterrizaje y tengo que volver como si hubiera planeado un plan B. Pero no lo hay. A veces me da miedo emprender ese viaje y al volver, encontrarme a mi propia ventana cerrada. ¿Qué haré entonces? Me quedaré en la nada, sin el otro y sin el yo, sin presente, ¿acaso tampoco sin pasado? Pero hoy no es así, hoy vuelvo, me siento del mismo modo que me senté al principio, preparándome para el próximo viaje, pero se que nunca llegará… Creo que la ventana me da miedo, quiero meterme en la cama, taparme hasta arriba con la oscuridad y volver a dormir. Quizá allí sea capaz de volar hasta a aquella ciudad, a la misma a la que viajó ella, la que compartimos los cuatro.
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