El tiempo, tú y yo.
No respiramos el mismo aire,
ni andamos el mismo camino,
las olas corren a un ritmo
que no estamos dispuestos a asumir.
Aquella locomotora,
que tanto tiempo había estado estacionada,
que parecía que nunca volvería a andar,
ha arrancado de la nada
y no sé si hay dos pasajeros en ella.
Las palabras no satisfacen
a un pueblo que ruega que se le de
lo que se merece.
Quizá se esté cansando de rogar.
Este día a día sufre el impacto
de la realidad transformada
por una mente vil y masoquista.
Sigue sin darse cuenta de que
no existe más huella que la
de su propio pie,
pero aquella venda no le deja
ver ni sus propias pestañas.
Yo no quiero,
pero el tiempo se impone,
y tú te quedas atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario