Las tres, sin embargo, habíamos resbalado y caído al barro en algún momento inesperado. A las tres un mal día nos dejaron de querer. Ante el abandono y la incertidumbre, frente al desamor y la crudeza irreversible de la realidad, cada una se defendió como pudo y batalló con las armas que tuvo a su alcance. Con buenas o malas artes, con lo que el intelecto, las vísceras o el puro instinto de supervivencia nos pusieron a mano a cada cual. El reparto de talentos siempre fue arbitrario, a nadie le dieron a elegir.
[...]
Te dije que a las cosas hay que dales siempre el final que necesitan aunque resulte desolador, para que todo termine curándose sin dejar cicatrices. Si yo hubiera sido capaz de hacerlo en su día, me habría ahorrado años de angustia.
Misión Olvido, María Dueñas.
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