La sábana se derrite
dejando tras de sí una huella
que ahuyenta los rayos
de un mañana incierto.
Las ramas se desvisten
para dar luz con la esperanza
de que el próximo invierno
no deban soportar tanto peso.
Los asfaltos tragan las vidas
de unos caminantes sin alma
que van y vienen sin sentido
por un mar de suspiros.
Las opciones se desdibujan
al cruzar los acantilados
que separan las dos fronteras
que se miran cara a cara.
Apaga los focos,
que la función se apaga,
las callen duermen
y yo ya no respiro.
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