Ahora me doy cuenta de que
las huellas que he ido dejando
por aquel camino que, en ocasiones,
parecía no tener rumbo,
en el que el sol y las nubes luchaban
como se de Troya se tratase,
son las huellas que yo he querido dejar.
Cuántas veces pensé que me estaba equivocando,
y probablemente me estuviera equivocando,
cuántas veces pensé en arrojar la toalla,
pero ahora me siento aquí,
al borde de un acantilado boricua,
esperando que la espuma del mar me salpique,
y me doy cuenta de que, finalmente,
todo era parte del camino que
empecé hace tantos años
y que estoy seguro que va a durar muchos más.
Pero aquí estoy,
más firme que nunca,
seguro de lo que hago, de mis decisiones,
y lo más importante, de mí.
Probablemente me vuelva a equivocar,
y bienvenida sea la equivocación,
pero esta sensación de estar haciendo
lo que quiero hacer,
hoy, me lanza al acantilado.
lunes, 29 de junio de 2015
sábado, 6 de junio de 2015
Él me dijo
Él me dijo:
"Va a huir, así lo dice su signo".
Yo le dije:
"Yo haré cambiar el hado".
Entonces, borré todos los signos,
tapé las orejas cada vez que
pronunciaba aquellas malditas palabras,
giraba la cabeza cada vez que leía un mensaje,
intentaba darle todo lo que quería,
y no me di cuenta de que me estaba equivocando.
Jamás le gustaron los regalos,
o no al menos el mío,
y tampoco conseguí mi objetivo.
Jamas cambié el hado,
simplemente lo disfracé
con aquella máscara veneciana
que había soñado comprar juntos
y aquel barniz barato que se diluyó
tras la primera lluvia.
Efectivamente, fui yo quien cambió,
pero ahora he vuelto a cambiar.
El mismo día él me dijo también:
"Vas a ser muy feliz".
Y tampoco se equivocaba.
"Va a huir, así lo dice su signo".
Yo le dije:
"Yo haré cambiar el hado".
Entonces, borré todos los signos,
tapé las orejas cada vez que
pronunciaba aquellas malditas palabras,
giraba la cabeza cada vez que leía un mensaje,
intentaba darle todo lo que quería,
y no me di cuenta de que me estaba equivocando.
Jamás le gustaron los regalos,
o no al menos el mío,
y tampoco conseguí mi objetivo.
Jamas cambié el hado,
simplemente lo disfracé
con aquella máscara veneciana
que había soñado comprar juntos
y aquel barniz barato que se diluyó
tras la primera lluvia.
Efectivamente, fui yo quien cambió,
pero ahora he vuelto a cambiar.
El mismo día él me dijo también:
"Vas a ser muy feliz".
Y tampoco se equivocaba.
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