A veces quiere sentir
lo que tú no sientes;
quieres ponerte nervioso,
ilusionarte con sus llamadas,
poder gritarlo a los cuatro vientos,
pero nada de eso sientes.
Pierdes el tiempo.
En la guerra entre ese
que palpita sin ton ni son
a su ritmo en su momento
con aquel que calcula
hasta el último minuto
invertido en la cama
ya está declarado el ganador.
Y no eres tú.
Perdiste cuando intentaste
agarrarte a un trozo de madera
que no pasaba por tu mar.
Probablemente ni estabas en él.
Estabas viviendo ajeno a
inundaciones, tormentas y rayos.
Pero la vista y quisiste mojarte,
aunque el agua ya no mojaba.
Vive lo que sientas
y no intentes sentir lo que vives.
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