Ante la mirada de los doce,
desde ahí arriba,
juzgando sobre tu cabeza,
mudos e impecables,
se ennoblecen los pensamientos,
se endulzan los sentimientos,
solo tiemblan las piernas.
Los pecados ahora se esfuman
entre velas de dos euros.
Eso vale un perdón para muchos.
Parece que todo se compra,
pero los ojos siguen ahí
cuando salen,
apenados, tristes, abatidos,
hasta que vuelven a pecar.
Sin embargo los doce siguen
con la misma mirada,
impasibles, con la misma actitud.
Los errores no se venden en mercados.
En mi espalda llevo los míos.
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