Creo que me da miedo la libertad. Ser
libre significa decidir, actuar por uno mismo y, por lo tanto, asumir
consecuencias. Lo siento, pero no. Me niego a asumir consecuencias. Prefiero
ese momento en el que los demás decidían por mí y si algo iba mal, era fácil
salir. Me quejaba una y otra vez. No es mi culpa. No he hecho nada para
merecerme esto. Este mundo es injusto. Pero las cosas cambian y yo ahora no
quiero ser culpable de tu dolor, ni del suyo, ni siquiera se si soy culpable o
si me atrevo a serlo. Tampoco quiero ser responsable de mi propio dolor.
Entonces no tendré consuelo cuando las sábanas me cubran, los labios no puedan
mantenerse cerrados durante más tiempo y mis ojos estallen como olas
volcánicas. Todo habrá sido por mí. Quizá esté cansado de arriesgar. Pero antes
era más fácil. Arriesgaba y nunca había llegado hasta el final. Alguien siempre
me había lanzado al precipicio antes de chocarme, pero parece ser que ahora es
diferente. He arriesgado, sí, pero esta vez he decidido saltar yo al precipicio
y me duele sentir que, quizá, no esté saltando solo, que esté teniendo daños
colaterales y, una vez más, lo siento, pero no me parece justo. No me parece
justo porque quizá no me paré a estudiar todas las consecuencias de mis
acciones, palabras y sonrisas. No me paré a pensar qué pudieras estar pensando,
aunque pensaba que sí, sino que simplemente me limité a juzgar, a pensar que yo
era el único que arriesgaba, que estaba luchando en el desierto y, sin embargo,
luchabas con mucha menos agua que yo. Tu luchabas con un recuerdo que te
atormentaba y yo con los kilómetros. Lo siento. Quizá no sea tan fácil esto de
decidir. ¿Y ahora qué? No me atrevo a arriesgarme contigo tampoco, ni por ti ni
por mi. Pero luego amanece y el sol me deslumbra. Sonrío y salgo a la calle. El
día dura demasiadas horas. Me da tiempo a arriesgarme tanto que no controlo. El
problema es que, contigo, no sé si estoy arriesgando también de noche, quizá
sí, y esto es insostenible. ¿Más responsabilidades? ¿Más consecuencias? No, por
favor. Hubo alguien que me dijo que no pensaba en el futuro, por lo tanto, que
no pensara en las consecuencias, porque supongo que eso forma parte del futuro.
Me decidí a vivir el presente y no ha salido bien. Si el presente no ha salido
bien y el futuro tampoco saldrá si pienso en lo que arriesgo, ¿qué me queda? No
creo que el pasado sea una solución. Solo me queda renunciar a ser libre,
volver a ponerme en las manos del destino, de ti y haceros culpable de todo lo
que me pase, mejor dicho, de todo lo malo que me pase. Esto de ser adulto no se
me da bien. Prefiero ser cobarde, lo siento.